sábado, 25 de julio de 2009

EL PERFUME DE LA PERA


El ojo de la cerradura, era algo tentador para Elena. Podía oír las discusiones de sus padres, a media voz, casi permanentemente. No comprendía y eso la tenía preocupada.

Suspiros, de la madre, sonidos que no alcanzaba entender del padre.

Elena, sospechaba algo que no era bueno en esos murmullos. Se negaba a imaginar su familia rota como la de Marta.

Los papás de Marta, según le había contado, comenzaron encerrándose en el dormitorio a discutir y finalizaron divorciándose.

Para Elena, eso era como cortarle las patas a la mesa. Si ella no pudiese verlos desayunar juntos, cenar contado sus experiencias en la escuela, ver de a uno a sus papás como lo hacía Marta.

Ese día no pudo contener su inquietud, apoyó su cara sobre la puerta y trató de ver, por el ojo de la cerradura. Su mamá estaba sentada sobre la cama, apoyada en la cabecera, desnuda y el cabello despeinado.

¿Y su papá? Acomodó su mirada hacia el costado izquierdo de la puerta y pudo ver que fumaba un cigarrillo, abrazado a la cintura de su madre.

¡Pero entonces no discuten, sus rostros se ven felices!

Elena quedó algo confundida. Tantos temores, alimentados en los últimos meses, tal vez, eran fruto de su imaginación. De su miedo a que su familia finalizara rompiéndose como la de Marta.

Volvió a su cuarto silenciosamente. Supo en su corazón que al menos por ahora, su vida continuaba tan feliz y dulce como el perfume de la pera.

María del Carmen Castro

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente...¿Es tuyo?...Te pasaste. JEF