EL HOMBRE SIN RECUERDOS
Al marinero de la sala de máquinas lo derribó una explosión.
Cuando abrió los ojos se encontró acosado por unos ojos claros y una mujer joven, que lo observaba atentamente.
Al fin!- dijo la mujer, con una sonrisa en su roja boca.
El hombre, no comprendía. Dónde estoy?- dijo el hombre, luego, en un idioma que la mujer tampoco entendió.
Le contaron sus compañeras, al tomar la guardia del día lunes, que un barco se incendio en el puerto y el hombre era una de las víctimas.
Estaba inconsciente y así estuvo durante tres días. Ahora despertó en un idioma inaccesible para ella.
En la cama, estalla la inquietud. Intenta recordar. Repasar lo sucedido.
Tiene un hueco abrumador. El marinero intuye que es capitán de algún sueño, que la luna le traza.
El adjetivo que se le impone a la mujer es “patético”.
La enfermera no insiste con preguntas. Simplemente, cura sus heridas y le impone alimentarse. Así, van sucediéndose los días.
El hombre transcurre en un túnel a ritmo trepidante. Ha perdido la esperanza. Volver a encontrarla, entre los escombros, que un día fue. Más tarde, con dolor, comienza la calma.
Respira con el primer balbuceo, recobra el ánimo sintiendo el eco de unas olas, desea respirar abarcando, todo el horizonte.
Cuando el mar, llama, el hombre se confunde, alcanzando con su mirada, un olvidado camino.
Al siguiente lunes, la enfermera, se dirige hacia la habitación, donde espera encontrar al hombre sin recuerdos. Ve con sorpresa, la cama sin sábanas. Nadie sabe responderle dónde fue.
Es un momento estremecedor. El silencio rodeando la comprensión infinita.
María del Carmen Castro
Al marinero de la sala de máquinas lo derribó una explosión.
Cuando abrió los ojos se encontró acosado por unos ojos claros y una mujer joven, que lo observaba atentamente.
Al fin!- dijo la mujer, con una sonrisa en su roja boca.
El hombre, no comprendía. Dónde estoy?- dijo el hombre, luego, en un idioma que la mujer tampoco entendió.
Le contaron sus compañeras, al tomar la guardia del día lunes, que un barco se incendio en el puerto y el hombre era una de las víctimas.
Estaba inconsciente y así estuvo durante tres días. Ahora despertó en un idioma inaccesible para ella.
En la cama, estalla la inquietud. Intenta recordar. Repasar lo sucedido.
Tiene un hueco abrumador. El marinero intuye que es capitán de algún sueño, que la luna le traza.
El adjetivo que se le impone a la mujer es “patético”.
La enfermera no insiste con preguntas. Simplemente, cura sus heridas y le impone alimentarse. Así, van sucediéndose los días.
El hombre transcurre en un túnel a ritmo trepidante. Ha perdido la esperanza. Volver a encontrarla, entre los escombros, que un día fue. Más tarde, con dolor, comienza la calma.
Respira con el primer balbuceo, recobra el ánimo sintiendo el eco de unas olas, desea respirar abarcando, todo el horizonte.
Cuando el mar, llama, el hombre se confunde, alcanzando con su mirada, un olvidado camino.
Al siguiente lunes, la enfermera, se dirige hacia la habitación, donde espera encontrar al hombre sin recuerdos. Ve con sorpresa, la cama sin sábanas. Nadie sabe responderle dónde fue.
Es un momento estremecedor. El silencio rodeando la comprensión infinita.
María del Carmen Castro
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