miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cartoneros de Buenos Aires


Hombres y mujeres de pocos años empujan o arrastran bultos enormes.
Después de levantar lo desechado y arrancar bronces de puertas y estatuas,
embolsan para vender o entregar con el único proyecto de vida
de cómo llegar con una moneda falsa a la noche vecina.
Son los que lloran sin ruido.
Son los cartoneros que ruedan por las calles.
La fuente de inspiración, nacida en sillones canallas,
lleva por título recuperadores urbanos en el mercado informal del suelo.
La ironía también dice su alcurnia en los carteles el desarrollo ambiental de la ciudad
se afirmará y completará en base a la riqueza y variedad de sus actividades.
A la sombra de los bultos, sentados en el cordón de la vereda,
hijos de madres niñas, con ojos bellos de mugre, droga, ternura del miedo,
manso asombro e inocencias con preguntas,
se salvaron del aborto y del marasmo,
pero lo mismo fueron a la bolsa de basura
para tragarse la comida étnica de salchicha y hamburguesa mordidas.

La circunferencia entona la soledad colectiva,
alarga el esfuerzo de pensar en la buena suerte,
asegura el remiendo que muchos llaman verdad,
rodea lo indiscriminado que son las trampas,
cubre la supervivencia del herido
y resalta la enseñanza de usar esas cicatrices en provecho propio.

Autor: Juan Carlos Escalante

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