sábado, 9 de octubre de 2010

PARA PENSAR


CLARÍN NACIONALIZÓ EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO

En esta última semana hubo tres muertes socialmente traumáticas.
Un jovencito volvía de bailar cuando fue secuestrado por una familia, consiguió escapar pero todo un barrio se negó a auxiliarlo, lo recapturaron y lo ejecutaron salvajemente.
Un hombre regresaba en auto a su casa, cuando fue interceptado por ladrones que lo asesinaron fríamente, sin llegar a robarle nada.
Un muchacho joven y promisorio fue a buscar a su novia y tal vez en el intento de robarle su vehículo, le pegaron cobarde y bárbaramente un tiro en la cabeza.
Dije “muertes socialmente traumáticas” porque sé que hubo muchas otras que, por motivos que no voy a desentrañar en esta nota, a la gente no la “golpea” tanto.
Hubo una manifestación con una significativa concurrencia, de gente de clase media a la que más o menos pertenezco, vestida más o menos como yo, que en una proporción importante tendrá más o menos un automóvil más o menos mejor que el mío. Todos justamente dolidos pidiendo justicia en la Plaza de Mayo.
Permítanme un breve paréntesis. Poco tiempo antes de irme del país, en el año ochentaiuno, un turista extranjero amigo mío, se sorprendió que las puertas de los edificios estuvieran abiertas y hubiera juegos de muebles en las coquetas entradas sin que nadie se los robara y yo me reí incrédulo pensando que eso sería imposible. No había mendigos en Buenos Aires y esto no era una circunstancia política, eso era Argentina en general, desde que yo tenía memoria.
Cuando regresé en pleno jolgorio neoliberal en el año noventaicuatro, ya no se podía caminar por las calles y la gente tenía miedo. En mi primer caminata por la Avenida Santa Fé, una señora muy bien vestida me alertó de que asegurara muy bien a mi hijo pequeño “porque se los roban” dijo.
Volviendo a los pedidos de “seguridad” me pregunto ¿porqué no se manifestaron frente a tribunales? Digo, porque son los abogados, fiscales y jueces “saca-chorros” los que los dejan sueltos por las calles a los criminales.
¿Porqué no fue frente al departamento central de policía? ¿No son algunos comisarios los que brindan complacencia y protección o silencio a los desarmaderos de autos robados o liberan presos y zonas para el delito? ¿No van a estos desarmaderos los autos que los chorros roban matando sin piedad?
¿Porqué no la hicieron frente a las empresas de telefonía celular, que se niegan a implementar las medidas necesarias para evitar los frecuentes y violentos robos de aparatos celulares?
¿Porqué cuando la propia presidente denunció que había “tarifas” para sacar chorros, todos la criticaron rabiosamente y hasta fue denunciada?
¿Podemos confiar la justicia y la seguridad a los jueces que juraron a Videla y silenciaron las decenas de miles de persecuciones, secuestros, torturas, muertes, desapariciones, robos y apropiaciones?
¿Qué está ocurriendo con la gente que defiende a sus agresores y sentencia a sus defensores?
¿Seremos un país que padece colectivamente el síndrome de Estocolmo?
Reconozco que el gobierno equivoca retóricamente el abordaje de la problemática, cuando dice que la violencia es una “sensación”, como si la gente no sobreviviera por los sentidos.
Es una verdad rotunda que los medios hacen una utilización perversa de las muertes, desde el amarillismo mercantilista hasta la implementación de políticas de afectación de estado en sus campañas, deflagradas con efectos especiales y música incidental, o sea, un verdadero tratamiento publicitario a la muerte real de personas reales. Pero aun así es un error político el calificativo aplicado oficialmente.
Sin embargo no es equivocada la acción del gobierno que va por la corte, que es la cuna de todos los males, pero no lo expresa bien. En la mesa social, las cuatro patas principales son la salud pública para poder crecer, la educación pública para crecer con libertad, la seguridad pública para poder vivir en paz y la justicia pública para sostener la estructura. Sistema de salud pública tenemos aunque deficiente, educación pública aun nos queda aunque maltrecha, seguridad pública con la policía hay a pesar de la corrupción (nadie denuncia un robo en el correo) pero de justicia pública no tenemos ni el concepto.
Mienten los abogados con la historia de la “justicia gratuita” que para empezar no es gratuita porque pagamos impuestos y que además, un pobre que caiga en esta mentira, no tiene derecho siquiera a tener el teléfono de su abogado para enfrentar un atropello del propio estado (remember: “tiene derecho a hacer una llamada”).
En Argentina ya no gana un juicio el que tiene dinero, lo gana el que tiene MÁS dinero.
Al mismo tiempo y siguiendo esta corriente, no hay abogados que pidan por la justicia pública porque el negocio natural de la profesión, es el conflicto. Sin embargo, hasta los médicos de la medicina privada reivindican al hospital público y los docentes de establecimientos privados reivindican la educación pública.
Por supuesto que hay abogados dignos y potenciales jueces probos. Son a los que esperamos ansiosamente.
¿Pero porqué la gente equivoca el blanco?
Simple, porque los medios de comunicación monopólicos, impresores de la verdad única, tergiversan los datos, retuercen la verdad y llevan al matadero a la masa engañada.
Leyes tenemos, pero serán infructuosas si existe un aparato intestino dedicado a transgredirla. Es mentira que son los derechos humanos los responsables de las libertades. Los derechos humanos son internacionales y están en todo el mundo civilizado, para impedir que un inocente sea apremiado por el estado, pero no para la impunidad sino que todo lo contrario.
Es la corrupción institucionalizada de las estructuras del aparato legal, la responsable de la violencia urbana que padecemos.
La ampliación de las penas, servirá apenas para que aumenten las “tarifas” con que se sigan liberando chorros.

Enrique Juan Box
DNI 10.603.903.


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