miércoles, 12 de enero de 2011

Pintar la propia tierra...


RETORNO A CHILE- (fragmento de Confieso que he vivido).
Al volver a Chile me recibió una vegetación nueva en las calles y en los parques. Nuestra maravillosa
primavera se había puesto a pintar de verde los follajes forestales. A nuestra vieja capital gris le hacen falta
las hojas verdes como el amor al corazón humano. Respiré la frescura de esta joven primavera. Cuando
estamos lejos de la patria nunca la recordamos en sus inviernos. La distancia borra las penas del invierno,
las poblaciones desamparadas, los niños descalzos en el frío. El arte del recuerdo sólo nos trae campiñas
verdes, flores amarillas y rojas, el cielo azulado del himno nacional. Esta vez encontré la bella estación que
había sido tantas veces visión de lejanía.
Otra vegetación salpicaba los muros de la ciudad. Era el musgo del odio que los tapizaba. Carteles
anticomunistas que chorreaban insolencia y mentira; carteles contra Cuba; carteles antisoviéticos; carteles
contra la paz y la humanidad; carteles sanguinarios que pronosticaban degollinas y Yakartas. Esta era la
nueva vegetación que envilecía los muros de la ciudad.
Yo conocía por experiencia el tono y el sentido de esa propaganda. Me tocó vivir en la Europa
anterior a Hitler. Era justamente ése el espíritu de la propaganda hitleriana; el derroche de la mentira a todo
trapo; la cruzada de la amenaza y el miedo; el despliegue de todas las armas del odio contra el porvenir.
Sentí que querían cambiar la esencia misma de nuestra vida. No me explicaba cómo podían existir chilenos
que ofendieran de esa manera nuestro espíritu nacional.

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