jueves, 27 de enero de 2011

Periodismo con corazón


Poema para un barco hundido  

Jorge Giles

La agenda incansable de Cristina decía que ayer debía llegar a Mar del Plata para presidir las obras de rescate de barcos hundidos en aguas del puerto local.

El viaje se pospuso para el 4 de febrero próximo debido al temporal que azotó la zona.
Pero leer la frustrada actividad y entrecerrar al mismo tiempo los ojos, fue un acto casi reflejo.
La memoria es así, dispara con lo que tiene a mano.

Hay tantos barcos hundidos con botellas de naufragios en esta historia que hacemos, que una buena parte de lo que somos yace en el fondo del mar, o un poco más acá, en aguas menos profundas.
“Hay un barco hundido en tus manos” dijo Moutinho, el poeta portugués que sabía entender el parlamento de las gaviotas en el cielo.

Y Miguel Rojo replicó:

“Hay un barco y hay poemas que son grandes, inmensos y largos como largos acorazados hendiendo la inmensidad del papel.
Cuchillos cortadores de agua que antes de pasar ya tienen su olvido.
Porque son sólo eso: palabras, sueltas palabras para acompañar al rebaño al griterío de todo tipo de predicadores.
Pero hay otros poemas. Hay otros, apenas una línea trazada, mecha encendida que lleva directamente al corazón.
Esos son los que permanecen”

Y pensaba: tenemos una Presidenta doctorada en rescatar barcos hundidos.

Algunos de ellos quedarán sobre la playa embelleciendo el paisaje.

Otros se desguazarán hasta el límite del olvido y serán después un jarrón para la mesa, un ojo de buey para una casa, una puerta de hierro o una lámpara hecha por un artesano con lo que fuera un timón.

Del medio centenar de barcos hundidos sobre Mar del Plata, me conmueve saber que los dos últimos buques llevan nombres de pueblos originarios: El Mapuche y el Tehuelche.

Saque usted sus conclusiones.

De la escollera Norte a la escollera Sur, la draga y los buzos extraerán algo más que un barco; rescatarán una parábola argentina.

Por el muelle del puerto podrán entrar después nuevas embarcaciones y saldrán más libres y joviales los pescadores con sus redes.

Cada etapa histórica tiene su propia poesía

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