martes, 29 de noviembre de 2011

Las ideas no se manchan. Sigan buscando excusas, pero ser de la gloriosa juventud argentina no tiene precio.


La juventud de la patria, sublevada

Por Juan Manuel Fonrouge

Una mirada sobre el fenómeno emergente que el 27 de octubre sacó a la superficie de manera evidente: el resurgimiento de la participación política juvenil y su relación con el proyecto nacional y popular.
Hay una preocupación que hiela la sangre a comunicadores y sectores políticos conservadores por igual: el fenómeno de la empatía entre la juventud y el kirchnerismo. ¿Ha vuelto a florecer la participación en política de los jóvenes? ¿Son todos contratados? ¿Está organizado por Fuerza Bruta?
Debo advertirles señores mercaderes de la información que no encontrarán el rumbo a la resolución del intríngulis si bucean en teorías alocadas y absurdas que espantan al lector más avezado en discursos oscurantistas.
Quizás en el fondo no les interese buscar las respuestas a este asunto de la juventud y el kirchnerismo, y esté perdiendo el tiempo al buscar interpelarlos.
O será tal vez, como en otros tantos casos de abuso de autoridad mediática, que solo buscan distraernos, confundirnos, y como siempre, minimizar o maximizar una situación, según corresponda en el mercado de compra-venta de noticias que han montado con el nombre de redacciones.
Si esto último es lo que prima, les doy una respuesta psicoanalítica a su encrucijada: si asumen que la juventud se está volcando a la política, estarían anunciando su propio fracaso.
Por eso, para ustedes es mejor revolotear sobre el elefante encerrado en el baño en que se ha convertido este fenómeno de la juventud, por su inmensa visibilidad, y decirle al público y/o electorado que en realidad es Antonini Wilson contratado por La Cámpora y que fue todo organizado por Fuerza Bruta.
Ahora bien, si usted busca develar las causas del embrujo, esta “cooptación” masiva de jóvenes por el kirchnerismo, y ya pasó por el diván de Beatriz Sarlo y sus métodos de autoayuda para sobrellevar la “derrota cultural” y no le dio resultado, o salió espantado de la lobotomía generacional que propone Morales Solá, y si finalmente logró escapar del grupo de tareas de Fontevecchia, que no tiene mejor idea desde la revista Noticias que componer una figurativa “Noche de los lápices” de “mentiritas” con el rostro de algunos jóvenes de La Cámpora, entonces aproximémonos juntos a este fenómeno político, histórico, cultural y social en construcción.

La gloriosa juventud argentina

Nuestra juventud es la terraza de la patria sublevada. Siempre ha sido así en nuestra historia. La juventud representa la conciencia activa y militante.
Si el pueblo que emerge el 17 de octubre de 1945 es el subsuelo de la patria sublevado, al que se refería Scalabrini Ortiz, que se consolidó con el peronismo como clase trabajadora organizada, estructura fundamental sobre el que se sostiene todo proyecto nacional, la juventud es el emergente más dinámico, es la terraza, su superestructura.
La aparición de la juventud en los procesos históricos es la figurita difícil, y siempre, se da en el marco de un proceso histórico, por ende, no es espontánea ni casual.
Los anarquistas a principio de siglo le reclamaban horas para la formación y el esparcimiento a sus patrones. En una palabra, lo que pedían es que no les robaran la juventud con trabajo embrutecedor.
Entendiendo a la juventud como la etapa donde nos formamos, donde asumimos nuestra forma de interpretar al mundo y por ende, donde tomamos la decisión de cambiarlo o dejar todo como está.
La juventud tiene el tiempo que en el trabajador muchas veces escasea, sobre todo si tiene familia, para pensar, organizarse y dinamizar un proceso político-histórico.
La juventud es el motor fuera de borda del proyecto. Y solo es posible que emerja en situaciones determinadas. No de resistencia, donde aparece fragmentada y rebelde, sino en etapas de ofensiva política, donde debe pensar en ser parte de un proyecto político en construcción que la integra porque la expresa. Por ende, como parte activa de la historia, y no como un simple reflejo como ocurrió en los noventa.
No debe verse con esto a la juventud como algo superior, sino como coagulante, como parte integradora del proyecto. En el trasvasamiento generacional, la juventud ocupa como el agua, todos los lugares vacíos de participación social, política y cultural, y progresivamente, del Estado.

De la transversalidad al trasvasamiento

Comencemos a dejar atrás la transversalidad politica tan importante en los comienzos del kirchnerismo para ocuparnos del trasvasamiento generacional.
Los que pensamos la política desde la felicidad del pueblo estamos sintiendo con pasión la posibilidad histórica de ser parte de un proyecto de nación superador a viejas antinomias. Y esto nos seduce. No hay plata ni contratos que definan las ideas, ese es su lenguaje, el del dinero.
Hace unos años, escribí que estábamos en una especie de limbo político como en la década de los ´60, esa década transitoria entre la resistencia y la ofensiva. Porque en ese entonces, la participación masiva en política era posible, porque Néstor Kirchner nos había convocado al recuperar la política como herramienta fundamental del cambio.
Y siguiendo esta analogía, llegó finalmente la década de los ´70, entendido esto como proceso histórico de participación de masas, pero no ya con la violencia como único camino posible entre golpes de estado, fusilamientos, proscripciones y más golpes de Estado.
Cuánta sangre nos hubiésemos ahorrado, de tantos compañeros invalorables que se me acercan a la mente, si las oligarquías cívico-militares hubiesen despenalizado la política y legalizado la democracia. No era mucho lo que se exigía, solamente un país donde quepamos todos.
Ya no digo el país que no fue de los indios, de los gauchos, de los negros, de los inmigrantes, de los criollos, de los marginados por la barbarie de la civilización del garrote. Sino del país del siglo XX, el de los trabajadores sobrevivientes de los genocidios y las exclusiones. Nos robaron el siglo entero y nos dieron respiro tan solo unos años, años imborrables para la memoria colectiva del pueblo argentino: los años del peronismo.
¿Por qué la juventud, nosotros, la generación del Bicentenario, se entusiasma con el kirchnerismo? Pensemos juntos… no hay forma de comprender esto si no tenemos un corazón abierto a construir una patria para todos.
Hay que saber escuchar el llamado de la historia. Dejar atrás el lenguaje de la violencia que nos enseñaron las oligarquías, aprender el lenguaje simple de comprender al otro por sentido de justicia. De igualdad de derechos y oportunidades.
Si hasta ahora no comprendieron por qué el kirchnerismo hizo mecha en la juventud del Bicentenario es porque son unos mal pensados. No pienso develarles el secreto, pero les daré una pista: amar a la Argentina y Latinoamérica, a sus pueblos, sus costumbres, entender que la vida y el trabajo valen más que la euforia consumista y las relaciones carnales, a tal punto de brindar la propia vida a esta lucha.
Quizás si piensan esto entiendan un poco la militancia. Difícilmente lo comprendan los que han basado su vida en ser lacayos del imperialismo y siempre actuaron por intereses mezquinos y egoístas, con una teoría elitista que les concedía el derecho divino de manejar a sus anchas el rumbo del país y nuestras vidas.
Las ideas no se manchan. Sigan buscando excusas, pero ser de la gloriosa juventud argentina no tiene precio.

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